Lorenzo "el carpintero"

Lorenzo "el carpintero"

Todas las primaveras a caballo entre marzo y abril aparece puntualmente, cumpliendo el ciclo litúrgico y llenando el calendario, la semana santa. La semana por excelencia del año, la de las vacaciones del Cole, la de las procesiones por las calles con entunicados y mozorros, saetas andaluzas y tambores de Calanda, hachones y velas, la de los oficios sagrados en iglesias y catedrales- antes más que ahora.

 

Los chicos de los años 30 y 40 – que no viajaban- acudían en sus ratos libres a la iglesia de Santa María por Semana santa para ver como un equipo de técnicos tramoyistas cambiaban la decoración de la misma según el día lo requería, bajo la experta dirección del sr. Lorenzo “ El Carpintero".

-          ¡Que suba un poco el de las campanillas….!

-          ¡Qué baje un pelin el de la sacristía….!

Gritaba el Sr. Lorenzo a los mozalbetes que desde la bóveda de la iglesia, más conocida por “los huecos” estiraban de las cuerdas que sujetaban “los lutos” con que cubrían los tres retablos frontales de nuestra Parroquia para que no se viesen las tallas ni los bajos relieves dorados y policromados ¡Era la semana santa!

 

Y a fe que la cuadrilla de técnicos tenía tajo durante esta peculiar semana, un día “los lutos”, otro a preparar “los pasos” en el claustro, otro a levantar “el monumento” en el altar de san francisco Javier y así sucesivamente ¡No se daban ni un respiro!

 

Para los mocetes de aquella época era este un espectáculo para ver gratuitamente, como las comedías y los húngaros con su mona en el Coso, o los conciertos de la banda del Albino en la esquina del Sindicato ¡Con que poco se conformaban!

 

LORENZO ZUÑIGA más conocido por el alias “El Carpintero”, era un hombre polifacético. En su taller de carpintería se construían carros y galeras, se hacían cubas para el vino y comportas para la uva, se fabricaban ataúdes- totalmente garantizados y de buena calidad pues cuentan dicen y aseguran que ningún usuario vino a reclamar-, se montaban puertas, armarios, mesas y alhacenas para el gremio de la construcción y para el equipamiento de las casas y finalmente se atendía al mantenimiento de la iglesia parroquial en lo tocante a la madera y decorados como ya hemos visto.

 

Esta última actividad la heredó de su padre, ya que su progenitor fue el realizador y constructor del actual presbiterio allá por el año de 1887, y a pesar de lo bien hecho de la obra, el costo de la misma ascendió a la “importante” suma de 386 Pts con 75 céntimos- no añada ceros señor linotipista- - ¡Ah y como estaría de escuálida y pobre la tesorería de nuestra parroquia que el hombre tuvo que cobrar sus honorarios en dos plazos.

 

Pero será mejor glosar desde su génesis la vida y obra de nuestro protagonista en cuestión, para memoria y recuerdo de algunos y enseñanza para nuestros más jóvenes lectores.

 

Nació Lorenzo Zúñiga un día de la Candelaria del año de gracia de 1883, un jueves frío de Febrero con las calles con el barro helado- aún no estaban asfaltadas- y con “los churros” o carámbanos de hielo colgando de los aleros de los tejados ¡Y que grandes se hacían entonces! Los transeúntes de aquellos tiempos tenían que ir mirando al suelo para no resbalarse y al cielo para esquivar algún trozo de churro helado que podía caerles encima del mismísimo cogote.

 

Y como el frío hace espabilar a la gente, así nos salió el bueno del Sr. Lorenzo, que ya desde joven y a falta de escuelas Profesionales y Talleres de formación, se fue a Vitoria a aprender el oficio de carrero en una carpintería- carrería y luego se doctoró en la misma asignatura con Bozal el de catarroso uno de los más afamados constructores de galeras de la zona brdenera.

 

Con este aprendizaje y pocas perras pero con la decisión y el coraje suficiente de salir adelante, montó una pequeña empresa de carpintería y de fabricación de carros cuya plantilla llegó a contar algunas veces hasta con siete operarios, todos ellos especialistas en sierras, formones y garlopas y también en fraguas y yunques para los herrajes que se forjaban en la misma factoría.

 

De entre los productores que más tiempo permanecieron en la industria del Sr. Lorenzo se cuentan los siguientes: Marcelino Arnedo, que por su sagacidad tenía el sobrenombre de “el ingeniero de lomba”, Ángel Mateo “El Angelin”, Fernando garcía de Galdeano, Antonio Ábrego, el padre de ese famoso montañero o alpinista que se dedica a hacer footing por las crestas del himalaya, Teodoro Felones, “el pisto”para los amigos; y luego como pone muchas veces en las películas…” con la colaboración especial algunos días al salir de casa se metía en la ancha faja negra su regla su compás y alguna pequeña herramienta y acudía a la carrería para dar el Visto bueno como asesor técnico y experto en control de calidad al carro o la galera que acababan de hacer los susodichos.

 

Una de las operaciones más laboriosas y delicadas en el proceso de fabricación de carros y galeras era la de hacer las ruedas, con sus bujes, aros y radios. Por ello la pequeña empresa haciendo un pequeño esfuerzo económico, gratificaba a sus obreros con un porrón de vino al terminar esta operación de “enrayar” como se la denominaba. De ahí quedó por estribillo aquello de…” La Casa Zuñiga tiene por norma desde su fundación cuando se enraya y se meten aros sacar el porrón”…a lo que socarronamente añadía Don Benja “ :- “y cuándo vienen a por el carro y lo pagan también”…cosa que acontecía pocas veces.

 

Nuestro singular personaje a pesar de haber nacido y haberse criado entre maderas y tablas, también se dedicó algún tiempo a los hierros- me explico- era agente distribuidor de segadoras- atadoras(para los menores de 21 años que no piensen que esto eran artilugios de tormento ni tampoco ingenios nucleares), de las acreditadas marcas Mack Cormik y Deering, unas veces unas veces de una y otras de la otra según las circunstancias del mercado y el marketing de los fabricantes lo exigían, ya que “el carpintero” las vendía a comisión y en competencia con los herreros del pueblo ¡ Que gran invento el de estas máquinas, se podía segar la mies sentado! Con estos artefactos se aliviaron los riñones de los segadores, pero hirieron de muerte a la oficina de empleo de “la aguardiente” y acabaron con las hoces de Igúzquiza que hacía el Sr. Mauleón.

 

Y como un pluriempleo más a la vez que hobby, Lorenzo “el carpintero” ejercía de enólogo ocasional elaborando todos los años en una bodega de la calle de San Antón una cuba de 200 decalitros de vino.

 

Por aquellos años a falta de televisión para ver el fútbol o el baloncesto, Lorenzo y su cuadrilla se daban cita los viernes por la tarde en “el Santa Santorum” de la calle de san antón para rendir homenaje y pleitesía a la cuba de duelas de roble y a su negro contenido.

 

Y para que no le fallase la memoria a nuestro ilustre bodeguero de atender a la cita semanal, un teniente retirado de la Guardia Civil llamado. D. Benjamín Yagüe pasaba puntualmente todos los jueves por la carrería a recordárselo con una frase solemne y casi litúrgica:

 

-¡Lorenzo… mañana viernes de dolor…!

 

A lo que este respondía con menos sorna y en términos bíblicos:

 

-¡D.Benja… no me olvido de que a las 8 de la tarde estará conmigo en el paraíso…!

 

Y en verdad que para los componentes de la cuadrilla, aquella bodega se transformaba los viernes en un paraíso, ya que Román” el hojalatero”, Jacinto garcía” el colores”, Donato Vides “el tabla” y Faustino Gurucharri “el cortador”, entre otros, daban buena cuenta de un frugal y variado aperitivo consistente en “soldaos viejos” – arenques- , guindillas y pimientos en escabeche, aceitunas del Regadío o Valdefuera, cebolla y tomates en ensalada unas bidijas de abadejo, y algún día “de incienso” una ristra de chorizo sustraída cautelosamente de alguna despensa. Y entre bocado y trago de jarro, sin ocuparse mucho del reloj, contando chistes, diciendo chanzas, gastando bromas y repasando también las efemérides y ecos de sociedad de la villa de los Arcos y sus alrededores, mataban la tarde-noche de los viernes.

 

Hacia el año 1941 el Sr. Lorenzo sufría una intervención quirúrgica en la garganta, que lo dejó marcado y caracterizado para el resto de sus días, que fueron muchos, ya que al perder el habla natural, a causa de la traqueotomía, utilizaba un aparato metálico que aplicaba a la boca y al orificio de la garganta le permitía hablar como para entenderle todo el mundo normalmente. Por eso en Los Arcos que a todo le sacamos punta y mote, para diferenciarlo de otros Lorenzos y otros carpinteros le apodábamos cariñosamente: el Sr. Lorenzo “el de la cornetilla”.

 

J.Miguel Morrás Goñi

 

Los Arcos Marzo 1989: Club de Jubilados Revista Cultural nº 9

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